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Provocaba envidia la sombra que cobijaba al clan familiar, encabezado por Margarita Curbelo, bajo un gran árbol en el Parque Muñoz Rivera en Puerta de Tierra. Haber conseguido el privilegiado lugar evidencia cuán temprano arribaron al espacio sanjuanero que tradicionalmente incrementa el número de visitantes el 25 de diciembre.
Es día de darse gusto con los juguetes con ruedas: los patines, las patinetas -con o sin motor- las bicicletas, los carros y motoras con batería y hasta los coches para pasear bebés de juguete.
Es día de aprender, de caerse y levantarse otra vez, y hasta de demostrar habilidades.
“Nuestra celebración de Navidad siempre es aquí”, cuenta Curbelo rodeada de niños y jóvenes de diversas edades estrenando juguetes o descansando, como es el caso del bebé de siete meses, Rodiel Fournier, quien jugaba en una sábana tirada en el suelo o de Andrea Cristina, de 4 meses, sentada en la falda de su mamá.
“¡Llegó tití con los regalos!”, anunció otra visitante del clan quien arribó con un carrito repleto de obsequios.
“El parque es grande, tiene muchas pistas así que es bueno para los nenes”, explica Curbelo y enumera parte del menú de la mañana: sándwiches de mezcla, papitas, jugos y agua “porque hay que hidratarlos mucho”.
Entre la tropa estaba Christian Pizarro, de 10 años, quien estrenaba una patineta con motor, color roja y con asiento. “Yo la quería desde hace tiempo”, confiesa el niño admirándola con una sonrisa de satisfacción.
En otro tramo Frangélica Calo instruye a Daneysha Rabell, de cuatro años, cómo correr una bicicleta con rueditas.
“Como te dije, dale pa’ lante, siempre pa’ lante”, insiste Calo pero Rabell se muestra reacia a seguir la instrucción, “el problema es que le da pa’ atrás”.
La niña cuenta que pidió la bicicleta “y hoy la ví en el árbol”.
Velocidad infantil
Cuidado en la vía. Un niño guía su motorita de batería como el aprendiz que puede ser el Día de Navidad. Bennet tiene tres años y su papá, José Román, brinda estabilidad a la aventura que implica recorrer un tramo del parque. Bennet pelea. No quiere frenar.
“Cuando la vio se quedó impresionado”, narra el padre la reacción mañanera ante el juguete que el pequeño no pidió, “Santa se puso creativo”.
Las hermanas santurcinas Jennifer y Marilyn Hernández se aferran a todo lo que encuentran -plantas, bancos, árboles- con tal de evitar una caída. Sus relucientes patines en línea, además de sus habilidades, demuestran que es día de estreno.
“Mi mamá dijo que este era el sitio para aprender”, narra la mayor, Jennifer, de doce años.
“Lo más difícil es lograr balance pero vamos a aprender. Hoy vamos a aprender a correrlos”, sostiene decidida Marilyn, de doce años.
La familia de Joseph Rosado llegó a las nueve de la mañana al parque porque “ya es tradición de la familia”. Dominan las patinetas en el grupo de hermanos y primos de Guaynabo que ya escribieron sus nombres en algunas tablas.
Uno de los jovencitos, Joseph, acepta haberse caído “demasiado” en ocasiones anteriores así que usa rodilleras y coderas. Él espera aprender en un día y su mamá, Janet Irizarry, sólo espera “que salga ileso”.
Roberto Carlos Otero, de cuatro años, guía lo que describe como “mi motora de batería”. Acaba de hacer una pausa para refrescarse y ser retratado.
“Mira, cuando tú estás corriendo le das aquí y entonces corres bien duro”, explica señalando un botón mágico en el manubrio rojo que parece cumplir sus anhelos de velocidad.
No es el único. Con decenas de niños compartió ayer el sueño de correr rápido, libre y feliz por el parque.
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