El Nuevo Día
miércoles, 22 de febrero de 2023
Por Frank X. Moya
Puerto Rico necesita
desesperadamente desarrollo económico. Dada la necesidad y los
ajustes fiscales creados por la deuda del país y la intensidad
de los daños a la infraestructura vital de la isla, Puerto Rico
se encuentra literalmente entre la pared y la roca con el
proyecto del Hard Rock Hotel Old San Juan.
Son pocas las opciones que se puedan llevar a cabo cuando
aparecen oportunidades de desarrollo. Aún más por la
desconfianza del pueblo en general a las estructuraciones
financieras de estas ofertas, que ponen en riesgo aquellas dotes
que han hecho de la isla uno de los pocos destinos turísticos
que ofrecen tanto playas tropicales como ambiente histórico
cultural.
El proyecto no corresponde a la escala y el entorno urbano con
el debido cuidado y respeto que se merece un ámbito tan
histórico.
El caso del hotel Hard Rock pautado para la Bahía de San Juan ha
creado controversia al difundirse las imágenes del anteproyecto.
Años atrás se habían preparado planes de desarrollo para la zona
portuaria de la isleta entre el Viejo San Juan y Puerta de
Tierra en anticipación al cierre de las facilidades portuarias
de carga. En respuesta a estos planes, el desarrollo económico y
su potencial ha recaído en muchos beneficiarios del código de
incentivos de Puerto Rico bajo la Ley 60, lo que ha precipitado
el desplazamiento de residentes de clase trabajadora
históricamente ligados a la zona portuaria. Es esta situación lo
que ha creado la desconfianza pública a la clase política que lo
promueve.
Aun así, es difícil visualizar el impacto de un proyecto cuyo
tamaño correspondería al de cuatro estacionamientos de Doña Fela
en una sola larga cuadra. El proyecto sería mayor que nuestro
Capitolio, a par de cuadras del lote, y en proximidad a las
murallas defensivas del San Cristóbal.
Existen argumentos razonables para desarrollar tal proyecto por
su impacto económico. Mi intención no es discutir los méritos
económicos, sino su impacto urbano según lo presentado. Para un
proyecto localizado en las inmediaciones de las fortificaciones
de San Juan – designadas patrimonio de la humanidad por la
UNESCO – el mismo no corresponde a la escala y el entorno urbano
con el debido cuidado y respeto que se merece un ámbito tan
histórico.
Entiendo por experiencia propia muy bien los mecanismos y
modelos económicos de proyectos de esta índole. Tienen su lugar
en un plan de desarrollo que tal vez hiciese mejor sentido
localizándolo en Isla Grande como parte del Distrito de
Convenciones. Pero desconozco los detalles del plan de
viabilidad del proyecto y lo que lo propulsa a esta ubicación.
Comparado con desarrollos parecidos, el proyecto en sí es
pequeño. Pero no es tan pequeño para el entorno urbano del San
Juan extramuros. Es enorme.
Profesionalmente no encuentro muy preocupante el tamaño y
alcance del proyecto; lo que me preocupa es su falta de
articulación adecuada y escala humana. ¿A qué me refiero? Pues
si consideramos el proyecto de Ciudadela en Santurce, vemos cómo
se articuló su tamaño en varios componentes y áreas peatonales
que ayudaron a integrar un estacionamiento multipisos y dos
estructuras históricas en un ambiente frondoso y agradable de
alta densidad mixta.
La articulación de la fachada tampoco se corresponde con los
edificios del boulevard y el nuevo frente portuario. Lo que no
quiere implicar que se imiten, pero sí que armonicen
proporcionalmente a lo que define al vecindario. Esta
desvinculación del tejido urbano implica un diseño ajeno, apto
para Las Vegas o Dubai. Pero San Juan es una ciudad histórica de
verdad. No es un parque de atracciones ni una recreación
simulada. Gracias a su preservación, San Juan es única entre las
capitales antillanas.
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