Paloma Morales llegó en busca de cosas “funky”.
José y Argentina de Jesús arribaron en busca de un mueble para
la casa, mientras que Cynthia Otero y sus hijos Juan, Gilberto y
Luis buscaban abrigos para un viaje.
Ninguno se conoce, pero comparten la misma experiencia: ayer
visitaron la Econotienda del Salvation Army en Puerta Tierra,
por primera vez, motivados por la actual crisis económica.
“Cuando preguntaba a mis amigas de dónde era su ropa me decían
que era de aquí. Así que ahora que la cosa está mala me animé a
venir”, afirmó Morales, una estudiante de la Escuela de Artes
Plásticas de San Juan.
La joven sanjuanera se probaba una blusa, al tiempo que Otero y
sus hijos escarbaban en el área de los abrigos.
“Hay que economizar al máximo”, apuntó Otero, de Vega Baja,
quien aprovechó una parada en el Departamento de Hacienda para
escudriñar la tienda.
Explicó que en diciembre viajará a Nueva Jersey con sus hijos
para pasar la Navidad con su esposo, que por razones de trabajo
se encuentra en ese estado.
En la parte posterior de la tienda, José y Argentina, de
Santurce, caminaban entre los muebles. “La cosa está dura y hay
que estirar el dólar”, apuntó José, un empleado de la
construcción que lleva 10 días sin trabajar.
No son los únicos. Con la crisis, las ventas en esta tienda de
artículos de segunda mano subieron en un 75%, indicó Anabelle
García, directora de desarrollo y de relaciones con la comunidad
del Salvation Army.
El economista José Villamil no pudo precisar si este aumento de
clientes obedece a una nueva tendencia debido a la precariedad
económica, pero señaló que la “hipótesis” puede ser correcta.
Dijo que no sólo se trata de comprar artículos usados, sino que
la gente está vendiendo las cosas que no utiliza para generar
ingresos adicionales, que no son tributables. Los sitios de
subasta en la internet y las ventas de marquesina (garage sales)
son dos nuevos canales que cobran popularidad, según Villamil.
El culto al “Salvi Store”
A la tienda también llegan personas que postulan una ideología
de armonía con el ambiente y el reciclaje. “Creo en el reúso”,
afirmó Eliza Sánchez Torres, mientras sostiene dos faldas que
escogió de un estante cercano. Cada pieza (ambas de marcas
reconocidas) tiene un valor de $5. La activista ambiental, que
llegó al lugar con su perro Bracho, indicó que visita la tienda
con frecuencia. A veces entra a comprar y, en otras ocasiones, a
donar ropa y muebles. Estas excursiones frecuentes a “Salvi
Store”, como bautizó el recinto, rinden fruto. En una ocasión,
Sánchez consiguió una colección de música clásica en discos de
pasta y un “boogie board” (una tabla para romper olas).
Tráfico pesado
Son las 12 del mediodía y la tienda está repleta de gente.
Caminan por el amplio recinto empleados de gobierno que trabajan
en el área, mujeres y hombres que llegan seducidos por la
posibilidad de descubrir algún tesoro.
Cerca de los abrigos, Sonia Rankin Bengall, una británica que
reside en la Isla hace 13 años, revisa una prenda que capturó su
atención: un abrigo de piel de zorro “original”.
“Aquí la gente no recicla, no reúsa”, soltó en inglés. Comentó
que heredó la pasión por el reciclaje de sus ancestros, que se
enfrentaron a la guerra, a la escasez. “Vengo todas las semanas
en busca de ropa, que luego desarmo y rearmo”, explicó la mujer,
que también dona ropa. Recientemente compró un traje de novias
por $10, que luego transformó en el atuendo que su hija, una
estudiante de Baldwin, usó en una obra escolar. Ahora su próximo
proyecto consiste en renovar el abrigo de piel de zorro para su
hija, quien podrá usar la pieza cuando la familia viaje a Nueva
York.
La tienda, que abre sus puertas de lunes a sábado, no tiene aire
acondicionado, ni lujos. El dinero de las ventas se utiliza para
sufragar los proyectos del Salvation Army, como su albergue para
deambulantes, y otro hogar de rehabilitación para adictos a las
drogas y el alcohol.
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Además las personas están vendiendo las
cosas que no utiliza para generar ingresos
adicionales.(Tito Guzmán) |
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