Vico C con su padre Rafael Lozada (Archivo Primera Hora)
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Un amor
solidario
Sábado, 14 de Junio de 2008
Frances Tirado / Primera Hora
Todo lo
inculcado por su padre Rafael Lozada es lo que el rapero Vico C
trata de emular y aplicar en la crianza de sus hijos, aunque en
una etapa de su vida no lo haya comprendido o valorado por la
inmadurez.
Actuar siempre en la vida con honestidad, nunca sentirse
avergonzado por haber sido pobre y criado en Las Acacias y Puerta
de Tierra, y no perder el orgullo por sus raíces, por ejemplo, son
tres de esas grandes lecciones.
“Siempre me dijo que sin nada en los bolsillos puedes ser alguien
grande, y esa fue mi primera influencia. Y que me sintiera
orgulloso de mis raíces, porque nosotros fuimos pobres y mi pai
trabajaba duro... Y somos cuatro hijos”, cuenta en entrevista con
PRIMERA HORA.
Agrega que en una ocasión “llegué a ver a mi papá llorando al
llegar a la casa en Las Acacias, porque en el muelle el capataz
que escogía a las personas para trabajar, que era un tío de él, no
lo cogió. Y él estaba más pelao que la rodilla de un cabro”.
Su padre, a pesar de las limitaciones, nunca les siguió los pasos
a varios vecinos que para buscar el pan de cada día cayeron en
actos delictivos.
El autoproclamado “Filósofo del rap” expone que “puedo decir con
orgullo que tuve esa influencia de no hacer eso, ni tener cosas
robadas en la casa. Él me enseñó la honestidad y a trabajar para
ganar el dinero de manera honrada. Lo material es algo y la vida
es todo”.
Con alegría el cantante, de 36 años y medio, reconoce que su
padre, apodado por familiares y amigos como Rafy TT, siempre ha
estado a su lado para apoyarlo sin pensar en que es una figura
pública. Ese apoyo llegó al punto que cuando fue adicto a la
heroína, “aun cuando se trataba de la cura para curarme, él estuvo
ahí”.
“Siempre me protegió y fue un buen proveedor, entre otros
atributos. Vinieron muchas pruebas como las discusiones por la
disquera en que estaba. Y ahora me lo disfruto, aunque en aquel
momento me molesté”, narra emocionado.
Desde lo más profundo de su corazón, el también padre de Marangely
(17), Luis “Sugar” Armando (14), Luis “Cookie” Gabriel (11), Enni
Vilmar y Joselyn, ambas de ocho años, resalta, que su papá no tuvo
una vida fácil tras ser veterano de la guerra de Vietnam.
“Él fue a Vietnam a matar gente y a quemar gente pobre en las
casas, porque estaban en territorio enemigo. Esto se lo digo, coño,
a los Estados Unidos: ¿qué opción tenían ellos? Ellos estaban
asustados y no tenían otra alternativa. No fue una vida fácil para
mi papá regresar y casarse, y tener cuatro hijos teniendo el peso
de Vietnam en sus espaldas”, confiesa.
Por eso, Luis Armando Lozada Cruz, su nombre real, agrega que
“siento orgullo por mi papá que es pro vida y no es una persona
ambiciosa ni que envidie lo material, y es un legado que él ha
dejado en mí. Y mi mamá también, que era callada y humilde, por lo
que era difícil destacar sus atributos”.
Emula el buen humor de su progenitor
Describe a su procreador como “excelente y muy estricto, pero no
estaba todo el tiempo así porque fue un payaso. Con esa parte de
él de payasear siempre nos hacía reír. ¡Es un tipo bien cómico! Y
eso hacía que me acercara más a él”.
Como anécdota, cuenta que cuando estaba en plena adolescencia
estaba rebelde. Al punto que en un coraje con su padre, “me iba a
ir de casa y llené el bulto de mangoes porque pensaba que ése iba
a ser mi alimento, y entonces cuando me dio hambre y me hizo falta
el arroz y habichuelas me mangaron por casa y corrí...”
Ha emulado de su progenitor el hacer reír a sus hijos y ser un
proveedor responsable, sin importarle lo que “opine quien sea...”
Y el más importante no abusar del poder. Analizar la vida y
valorar lo que vale. La vida es todo y lo material es algo.
Nunca olvidará, además, que a la edad de nueve años, cuando los
nervios lo atacaron en el teatro mientras leía un poema frente un
puñado de personas, “me tranqué y me pasmé. Y me dieron ganas de
llorar y me fui de la tarima”.
“Y papi caminó conmigo en el pasillo del Ateneo Puertorriqueño y
empezó a hablarme de los cuadros y no me habló de más nada. Y de
momento me dijo: ‘¿Éstás ready, verdad? ¿Lo vas a hacer? Y regresé
y lo hice”, narra.
“¡Lo amo!”
A sus 62 años de edad, Rafael Lozada se siente contento por la
relación paternal y de amistad que mantiene con su hijo Vico C, al
punto que cuando comparten “nos volvemos dos nenes chiquitos”.
Sin titubear, y a la pregunta de qué es lo más importante que
desea que su hijo sepa de parte suya, el orgulloso papá respondió:
“Lo amo”.
“Somos iguales. Nos llamamos todos los días. Cuando compartimos,
en verdad compartimos”, dice.
Para Rafael Lozada su hijo es “un loco y jocoso...(ríe). Es bien
alegre, pero cuando está solo es que la musa le llega y así era
desde pequeñito. ¡Es un buen hijo! De pequeño, con ocho años, era
casa sola y rancho aparte, porque se la pasaba espaciao y
pensando. Pero con los amigos era inquieto”.
Un momento que no borrará jamás de su memoria es cuando su hijo
convalecía en el hospital por un accidente en motora que provocó
se le operara una de sus piernas y luego estuviera en muletas por
un largo periodo.
Cuando sucedió ese accidente y los médicos desconocían qué pasaría
con su pierna, él tenía un viaje con su esposa, y lo tenía todo
pago. Pero prefirió perder el dinero y no viajar para estar a su
lado porque era Navidad y quería despedir el año con él.
“Pasé la despedida de año con él en el cuarto del hospital. Y
aunque él estaba con su esposa, yo sentía que tenía que estar ahí.
Como tenían que hacerle una trasfusión de sangre y él tenía miedo,
yo lo convencí, pero luego no se la hicieron y lo celebré bien
contento. Y eso fue Papá Dios que quería que yo estuviera con él y
no fuera al viaje”, sostiene.
Una de las cosas que le han chocado sobre la fama de Vico C es el
acercamiento de muchas personas para sólo llegar a su famoso hijo.
“A mí las personas me presentaban como que éste es Rafy el papá de
Vico C, y yo les decía no, yo soy Rafy y Vico es mi hijo”, expone.
En cuanto a los comentarios negativos hacia su hijo por su altas y
bajas como artista y hombre, asegura que “no le prestaba atención.
Yo estuve ahí para él dentro de lo bueno y lo malo. Y siempre he
estado para aconsejarlo...”
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